El muerto y el degollado

Leyendo el diario Clarín de hoy, me encuentro con la carta de un lector que se asombra de las condiciones de vida en la Argentina.

Juan Gómez Povina vive en Miami, Estados Unidos de Norteamérica.

Opina desde lejos y mal

Así se vio la carta en el diario:

y aquí la carta online.

Quisiera responderle haciendo una referencia al título de este post.

Este es un claro caso en el que el muerto se ríe del degollado.

Se asombra de la poca moral que hay en la Argentina. Se espanta de que se le tiren piedras a la policía. Y remata su asombro hablando de derechos humanos.

Cuando alguien pierde el contacto con lo cotidiano, suele ser catalogado en este país de vivir en un frasquito.

Por lo menos a través del vidrio algo se puede ver. Este muchacho vive en una lata de duraznos y para más, enterrada.

¿No se dio cuenta en qué país vive él?

Le voy a dar unas pistas para que vaya dándose una idea:
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Titular correctamente

Para que no existan errores de interpretación, es necesario utilizar no sólo las palabras adecuadas, sino hacerlo en el orden correcto.

Imagínense poder realizar un curso para engrasar nuestro auto sin necesidad de acercarnos. Supongo que le tiraríamos la grasa y el aceite desde lejos.

Ahora es posible gracias a un curso que apareció en el suplemento Autos del diario Clarín de hoy.

Engrasar el auto desde lejos

Aquí está la noticia publicada en el diario online.

Quiero creer que lo que realmente ofrecen es un curso a distancia de lubricación…

¿Me estaré poniendo muy quisquilloso con lo que escriben en el diario?

Ley de silencio “pro impunidad”

Hay muchos momentos en los que pienso que las religiones, desde hace ya mucho tiempo, se han convertido en corporaciones.

Debe ser todo un tema el plantearse qué defender primero: la religión como doctrina o como institución para defender la doctrina.

Una religión sin una organización que mantenga encausados a sus fieles dentro del dogma, probablemente degenerase en una interminable cantidad de sectas, tomando cada una su propio camino.

En algún momento, el control que ejerció la religión sobre los hombres, la convirtió en un elemento de poder. A partir de allí, la espiritualidad dejó paso a la materialidad.

Cada vez más, fue prioritario el defender a la institución a como diera lugar, generando leyes propias (internas y secretas), que en nada se condecían con el alma y el espíritu.

En el afán de mantener el poder, se lapidó, quemó, flageló; se condenó socialmente a quienes declaraban fuera de la religión; exclusión que en muchos casos era peor que los castigos físicos. La sociedad los rechazaba, porque previamente, la religión se encargó de ocupar un lugar de poder en el gobierno para legitimar su accionar represivo.

No estoy hablando de ninguna religión en particular. Periódicamente nos llegan noticias de «abusos» cometidos en nombre de la religión, sin importar cuál sea ésta.

Pero lo que originó este post es la noticia aparecida en el periódico Guardian en su sección The Observer, cuando menciona que Joseph Alois Ratzinger, alias el papa Benedicto XVI, envió una «orden secreta» en 2001 a los obispos para que mantuvieran en secreto las pruebas de abuso sexual a menores de edad (pedofilia) por parte de sacerdotes católicos. Este secreto debía extenderse hasta 10 años después de que las víctimas cumplieran la mayoría de edad. De no cumplirse con lo ordenado, se corría el riesgo de ser excomulgado.

Semejante orden, tiene como fin (es evidente) que estos abusos no tomen estado público para no mancillar «el buen nombre de la Iglesia».

Como queda claro, las víctimas serían algo así como un «daño colateral» en la guerra contra «los infieles» o agnósticos.

Aquí es donde se puede apreciar la dicotomía que marco en el segundo párrafo. Imagino que tranquilizarán sus ¿conciencias? suponiendo que Dios recompensará largamente a las pobres víctimas en el más allá.

Algunas páginas en español que hablan sobre el tema (no califico su postura, las refiero porque hablan del tema):

Página 1
Página 2
Página 3

No entiendo…

Sé perfectamente que los políticos en todo el mundo identifican a la política como «el arte de lo posible» para justificar que en política «todo vale».

Pero leyendo la noticia salida en Página 12 que habla de Guantánamo, me perdí.

Extraje unos párrafos para que me vayan entendiendo:

«Por dos votos contra uno, el tribunal decidió que la Justicia norteamericana no tiene jurisdicción sobre los presos internados en Guantánamo porque éstos son ciudadanos extranjeros que actualmente se encuentran en un territorio que no es de soberanía de Estados Unidos y por tanto no cuentan con la protección de la Constitución norteamericana.»
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Está todo bien… pero… ¿y el libro?

Ayer fui con mi hijo Martín a comprar el libro Nº4 de Harry Potter. Harry Potter y el cáliz de fuego.

Fuimos al shopping Alto Avellaneda. En la librería Yenny estaba agotado, por lo que decidimos ir a Musimundo a ver si ahí sí estaba.

Encontramos el Nº1, el 2, el 3, el 5… pero no el que estábamos buscando.

Quizás estuviera en depósito, qué mejor que preguntarle a algún empleado, ¿no?

Había un muchacho con anteojos (gafas), pelo largo y cola (coleta) que estaba reponiendo DVDs en los estantes y decidí preguntarle.

Luego de palmearme el brazo, se dirigió al estante a ver si allí estaba. Como – por supuesto – no lo encontró, me dió unas palmadas en el hombro y me dijo que iría a ver en el sistema. Dió media vuelta y cuando estaba dirigiéndose hacia la computadora, se dio cuenta de que a Martín no lo había palmeado; se dio vuelta y también a él le dio unas palmaditas en el brazo.

¡Qué buena onda!, era sumamente amable, hablaba como hablaban los hippies en los sesentas, «todo estaba bien».
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