¡¡¡Qué cagada!!!… haber tenido la razón

Este post originalmente fue publicado el 16 de septiembre de 2018, pero por un problema con el sitio en donde estaba publicado, las palabras acentuadas aparecían con extrañísimos caracteres y ya nunca pude repararlo. Es por eso que lo vuelvo a crear 5 años más tarde, porque creo que puede volver a suceder lo mismo que generó que escribiera esto:

Eran los primeros días de 2016.
Era en el comienzo del gobierno de Mauricio Macri, que ganó las elecciones -según el diario pro Cambiemos– por 51.34% contra 48,66%. Fueron 25.297.924 votantes, y la diferencia fue de 678.774 votos.
Por poco o mucho, había ganado el candidato que había dicho Podemos vivir mejor.
Ya diría algo más.
En una esquina de av. Corrientes y av. Scalabrini Ortiz, una parejita joven, uno portando cámara y la otra micrófono, me abordaron para hacerme algunas preguntas.

El video me exime de explicar nada.

En ese minuto que acabás de ver, no sólo pude exponer mi punto de vista, sino que el conductor, Alejandro Liska hace el cierre de la nota y responde a lo que yo expuse dando a entender que yo estaba equivocado.
Y YO NO ESTABA EQUIVOCADO.
1.000 días mas tarde

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Todas las palabras tienen una definición académica

Los hippies para referirse a otra persona la llamaban hermano o hermana y no porque tuvieran parentesco alguno o pertenecieran a alguna cofraía o congregación.
Utilizaban esa palabra para incluir a los otros dentro del concepto de semejantes.
Era su método para generar conciencia de que quienes formábamos parte de la humanidad éramos iguales.
Hubo en esa época gente que se sentía molesta por ese término (incluyendo los hábitos y la filosofía) y denostaban y rechazaban a los hippies porque consideraban que el cambio ¿de paradigma podríamos decir? iba en contra de lo establecido desde «siempre». Aunque nunca fue «siempre», ya que basta con elegir un país cualquiera y podremos ver de qué manera los hábitos y las costumbres cambian al correr de los años.

Con relación al género en el lenguaje, tenemos hábitos quizás hasta dobles.
Si hablo de trenes y digo «maquinista» o si hablo de taxis y digo «taxista» seguramente a pesar de género femenino de la palabra, la primera imagen que se nos presente sea la de un hombre.
En cambio la palabra «recepcionista» seguramente nos generará la idea de una mujer excepto tal vez cuando sea en un área de seguridad, en donde esperaremos ver a un hombre.
Imaginaremos a una mujer como telefonista, a un hombre como ascensorista o astronauta, y otros como por ejemplo activista que según la última imagen que tengamos de un acto activista veremos a hombres o mujeres y en otros casos a ambos sexos.
Greenpeace contra el desmonte en el Chaco o Salta nos inclina a ver hombres.
A favor del aborto, nos hará ligar esta lucha con las mujeres.
Contra el trabajo infantil a ambos sexos.
No sé cuántos podrán asociar a Médicos sin Fronteras sólo con hombres.
Quienes usan el lenguaje inclusivo lo hacen para generar conciencia de la misma manera que los hippies en los 60´s.
No con la misma finalidad de evitar discriminación en sí misma, sino discriminación hacia el «sexo débil».
Para poner unos pocos ejemplos, hay mujeres boxeadoras, levantadoras de pesas, corredoras de autos todas tareas que hasta hace no muchos años hubieran sido impensadas.

Las pioneras fueron estigmatizadas. Hoy verlas ejerciendo esas profesiones no nos mueve un pelo (siempre hay gente a la que sí, pero son minoría).
Para llegar a esa aceptación de que «el otro sexo» pueda trabajar de o tener determinado hobby, el camino de «todes» quizás dé un buen resultado, pero mientras que un director de empresa gane más que una directora de empresa, o un empleado más que una empleada o en la tarea que sea, habrá que seguir luchando.
Debo admitir que escuchar hablar en lenguaje inclusivo me genera una cierta incomodidad, pero del tipo lingüístico, ya que aún debo convertir las palabras terminadas en «e» en las que estoy habituado a escuchar o leer con «a» o con «o».
Algo que es absolutamente seguro, es que esta «movida» de instalar el lenguaje inclusivo no va a pasar sin dejar una huella.
Podrá perder impulso, incluso desaparecer del uso cotidiano, pero quedará como un intento de mejorar a la humanidad (le humanided? 😉 ) tal como el Paz y Amor de hace medio siglo aún sigue vigente.
Siéntanse incómodos -si quieren- quienes están de uno u otro bando, pero nunca se enojen.
Defiendan la libertad de expresarse tanto la propia como la ajena.
Las palabras no son por sí mismas buenas o malas.
Tuve la experiencia de que por una mala maniobra del chofer del colectivo en el que viajaba recibiera el insulto de un taxista: ¡COLECTIVERO!
Durante muchas cuadras el CHOFER repetía en voz alta: ¡Me dijo COLECTIVERO!
Él era colectivero, pero no ¡COLECTIVERO! (pronúnciese esta última palabra con tono despectivo y ofensivo para entender acabadamente).

Lo injustificable…

Voy a ser simplista.
Esto lo están leyendo 2 clases de personas:
Los que van a interesarse por lo que aquí se plantea y los que no.
Los que se interesan, quizás, si no les parece muy extenso, terminen de leerlo, compartan en todo o en parte lo que expongo, y los que al ver el tema, abandonen la página espantados, desinteresados o furiosos, pudiendo haber combinaciones de esos estados de ánimo.

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¡¡¡Qué cagada!!!… haber tenido la razón

Eran los primeros días de 2016.

Era en el comienzo del gobierno de Mauricio Macri, que ganó las elecciones -según el diario pro Cambiemos– por 51.34% contra 48,66%. Fueron 25.297.924 votantes, y la diferencia fue de 678.774 votos.

Por poco o mucho, había ganado el candidato que había dicho Podemos vivir mejor.

Ya diría algo más.

En una esquina de av. Corrientes y av. Scalabrini Ortiz, una parejita joven, uno portando cámara y la otra micrófono, me abordaron para hacerme algunas preguntas.




El video me exime de explicar nada.

En ese minuto que acabás de ver, no sólo pude exponer mi punto de vista, sino que el conductor, Alejandro Liska hace el cierre de la nota y responde a lo que yo expuse dando a entender que yo estaba equivocado.

Y YO NO ESTABA EQUIVOCADO.

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Choriplaneros

Últimamente escucho que se repite que las manifestaciones populares -protestas, marchas de apoyo, en oposición- están conformadas por personas que son «arriadas» por un choripán, una gaseosa o vino y $500.

Frase que se replica como cierta en muchos noticieros con perfil antipopular o en programas decididamente volcados hacia ese mismo lado.

Muchos repiten la «consigna» descalificadora sin ponerse a pensar qué es lo que están diciendo.

Para que tengan una idea, voy a tomar como ejemplo una de las protestas realizadas por la CGT en la avenida Paseo Colón -hace ya un tiempo- y que dio un estimativo -descartando las cifras menores y las mayores que son tendenciosas o especulativas- y vamos a quedarnos con la cifra que se aceptó como válida tanto por parte de los que estaban a favor como de los que estaban en contra.

250.000 personas.

Doscientos cincuenta mil personas.

Una cifra que se vio superada en manifestaciones y marchas posteriores.

Es hora de hacer las cuentas.

A 100 personas por colectivo son 2.500 vehiculos.

A 10 metros por colectivo son 25.000 metros.

Una hilera de 25 km de colectivos.

Una vez que han transportado a los manifestantes, estacionan esperando que termine el acto.

Se los puede ver en estos eventos en la avenida 9 de Julio.

La avenida cuenta con unos 10 carriles para estacionar, por lo que puestos uno detrás de otro y en todos carriles, la avenida queda corta.

La 9 de julio tiene 1.550 metros. Faltan 950 metros; ¡casi 1 km.!

Por kilo entran entre 8 y 10 chorizos. Vamos a poner los más chiquitos.

250.000 personas/chorizos hacen un total de 25.000 kilos de chorizos.

¡¡¡¡¡25 toneladas de chorizos!!!!!

Muchísimo, no?

Un choripán lleva por supuesto un pan.

Por lo tanto si en un kilo de pan calculamos 20 panes, necesitamos 12.500 kilos de pan.

¡¡¡¡¡12 toneladas y media de pan!!!!!

Guauuuu!!!!! cuánto.

Como los chorizos van cocidos, necesitamos parrillas.
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