Acabo de escuchar hablar a algunos de mis compañeros de oficina sobre si pagar o no las facturas de gas, de qué había dicho el día anterior el gobierno, que del tope del 400% de aumento independientemente del consumo de igual bimestre del año anterior…
Que no había que pagar, que las facturas eran muy altas, que había que esperar la nueva facturación, porque el tarifazo era demasiado…
No quise entrometerme para no hacerlos sentir mal, pero había quedado muy claro en esta oficina que no había habido aumento de precios –léase inflación– sino que era un lógico sinceramiento, porque todo era demasiado barato y que en realidad se podía pagar por lo mismo un poco más.
¿Debía avisarles que estaban siendo víctimas de un lavado de cerebro?
¿Acaso no sería mi deber avisarles que pensaran un poquito lo que decían, que estaban equivocados?
¿No tendría que hacer que pusieran los pies sobre la tierra y que simplemente vieran la realidad, que no se justificaba que las cosas tuvieran los precios que tenían con el gobierno anterior?
¿No entendieron lo que dijeron González Fraga, la vicepresidenta Gabriela Michetti y la gobernadora de la provincia de Buenos Aires María Eugenia Vidal cuando explicaron que era todo una ilusión, que no es lógico que el laburante pueda tener plata para gastar en vicios y lujos?
Creo haber solucionado el problema, si bien con un poco de cobardía de mi parte, escribiendo esto en mi sitio personal, porque en una de esas, alguno de ellos lo lee y piensa un poquito más a la hora de hablar por hablar, repitiendo lo que le dicen sin siquiera dudarlo y buscando los datos que en internet están a la mano de cualquiera.
O simplemente mirando la realidad.
Está ahí nomás, en otra provincia, otra ciudad, otra calle, otra casa o en la propia, ya que todos estamos sumergidos en esta realidad.
Sólo es cuestión de cuestionarse si lo que nos dicen es cierto.
No sea cosa que nos tomen por boludos… y terminen cagándonos.
Estos son los recortes de pantalla de los medios de donde saqué los datos: