El origen de la sicalipsis

Desde hace un tiempo que estoy suscripto al boletín de noticias de El Castellano, que se define como La página del idioma español.

Recibo periódicamente noticias referidas a nuestro idioma y un informe llamado La palabra del día, donde puede conocerse la etimología de palabras que -en la mayoría de los casos- usamos diariamente sin saber cuál es su origen.

Normalmente el informe es interesante, aunque a veces, puede resultar sumamente entretenido, por no decir divertido.

En el día de hoy recibí el boletín, que me arrancó una carcajada espontánea.

Fíjense si a ustedes también les causa gracia:

LA PALABRA DEL DÍA

sicalipsis

Significa ‘picardía o malicia referente a temas sexuales’. Este vocablo fue formado arbitrariamente por yuxtaposición de las palabras griegas sykon (higo) y aleipsis (frotar, untar) con base en alguna idea que dejamos librada a la imaginación de cada lector.
Decimos ‘arbitrariamente’ porque la palabra no nos llegó por cierto desde el griego sino que aparece registrada por primera vez en el anuncio de una obra pornográfica publicado en 1902 en el diario El Liberal, de Madrid. El uso más frecuente no es el sicalipsis sino más bien del adjetivo sicalíptico que, más allá de la definición académica reseñada al comienzo, significa ‘obsceno’ o ‘pornográfico’.

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Demasiado largo para un título

Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch

No crean que me quedé dormido sobre el teclado, porque lo que acaban de leer es el nombre de un pueblo galés.

Si bien parece una broma muy estúpida realizada por los pobladores de un pueblo de la isla de Aglesey en Gales, semejante nombre tiene su explicación:

Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch en galés, significa: La iglesia de Santa María en el hueco del avellano blanco cerca de un torbellino rápido y la iglesia de San Tisilo cerca de la gruta roja y fue establecido como nombre del pueblo en 1860.

Yo sabía que los alemanes eran dados a juntar palabras a la hora de ponerle nombre a las calles… Augustinerstrasse, Offenbachplatz, Spinnmühlengasse o Grosse Telegraphenstrasse… y ya me cansé de buscar nombres en mapas.

Pero los galeses se han llevado las palmas. Es IM-PRO-NUN-CIA-BLE.

Hay un sitio que trata -creo que infructuosamente- de que aprendamos a pronunciarlo.

Suena más o menos así: LLAN – FAIR – PWLL – GWYN – GYLL – GO – GER – YCH – WYRN – DROB – WLL – LLAN – TY – SILIO – GO – GO – GOCH.

No se gasten, además, por ser en inglés, las sílabas no siempre se pronuncian igual. La sílaba FAIR se pronuncia como FIRE, fuego en inglés y no como FAIR, feria en el mismo idioma.

Simplemente confórmense con saber que hay un lugar al que es mejor no ir de visita, porque si le tienen que explicar a alguien en dónde han estado, nunca podrán.

Por si quieren buscar algún dato en la web, les comento que hay más de 60.000 sitios para visitar según Google.

Pueden ver algo en la Wikipedia y en el sitio de llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch

Trabajar a destajo

Yo puedo hablar de lo que significa trabajar a un ritmo de locos.

En alguna oportunidad tuve más de un trabajo.

Algunas veces de diferente tipo.

Lamentablemente, bastante tiempo, el mismo en más de un lugar.

Yo fui graboverificador.

Para los que no saben qué significa, paso a explicarles:

Antes de los códigos de barra, los datos se cargaban en las computadoras a mano, uno por uno.

En los comienzos, se cargaba la información en tarjetas que se perforaban y que se podían almacenar, para que, en caso de ser necesario, otra máquina las leyera.

El ruido de las perforadoras de tarjetas, perforaba también los tímpanos y te inflaba los timbales. Por suerte nunca trabajé con ese tipo de soporte.

No era un método muy rápido, pero superaba a cualquier secretaria en tiempo y confiabilidad, si hablamos de los datos.

Luego hizo su aparición el soporte magnético portátil: el diskette.

En un principio, estos discos «portátiles» tenían 8 pulgadas, unos 20 cm.

Se dividían en sectores (algo así como porciones de una torta) que a su vez se dividían en 73 pistas +o- (anillos concéntricos) de 128 bytes.

Si la memoria no me falla, se podían grabar 24 pistas.

Todos los «grabos» adorábamos trabajar con las IBM 3742, enormes estaciones de trabajo de unos 2 metros de ancho con dos teclados maravillosamente sensibles y cómodos.

Aquí en Argentina se pedían «por lo menos» 10.000 digitaciones por hora. En muchos lugares, se exigían 12.000 (usando el teclado numérico), lo que daba entre 2,7 y 3,3 teclas por segundo.
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