No digas que no te avisé…

Quizás si Jessica Loza pudiera volver para decir algo, ésas serían las palabras que le diría al superior que la obligó a ocupar su puesto en la caja del supermercado.

Muchos no sabrán de qué estoy hablando.

El domingo pasado, 24 de agosto, Andrés Maximiliano González pasó de las amenazas a los hechos y asesinó a su ex pareja mientras ella estaba en su puesto de cajera de un supermercado de la cadena Coto en el barrio de Boedo.

En un viejo post mío que habla sobre el dueño de esta cadena de supermercados, varios empleados y ex empleados, dejan sus comentarios sobre lo que pasa y lo que no dentro de la empresa.

María F., que trabaja como cajera en esa empresa, dejó un comentario/homenaje sobre el asesinato de su amiga, donde comenta entre otras cosas, que ella pidió no bajar a la línea de cajas, porque su ex la había amenazado de muerte ese mismo día.

Difícilmente jefe o gerente alguno de una gran empresa haga caso a una empleada que solicita no ocupar su puesto porque ha sido amenazada por su ex pareja.

Creo que no sólo está la presión por parte de los dueños, sino la dificultad de creer que algo así vaya a suceder. No tenemos conocimiento de muchos casos de asesinato con estas características como para imaginarnos que justo vaya a suceder en nuestro lugar de trabajo.

Luis comenta que seguramente un «compañero de trabajo» antepuso la obsecuencia a una vida humana. Puede ser también que algo así esté «institucionalizado» en la empresa y que volverá a suceder si se presentan nuevamente las mismas condiciones.

Tampoco imagino a una sucursal de una cadena de supermercados cerrando en señal de duelo. Ni por la muerte del dueño van a cerrar.

No quiero que lo que estoy diciendo se interprete como justificación alguna para nada de lo que ha sucedido.

Nadie cree que las amenazas lleguen a convertirse en hechos. Ni siquiera la justicia.

¿Qué hubiera sucedido si Jessica Loza no hubiese sido «obligada» a ocupar su puesto en la caja?

Quizás no hubiese sido asesinada alrededor de las 13 horas del 24 de agosto de 2008, sino en el horario de salida.

Tal vez su ex pareja encontrase otra oportunidad de dispararle al día siguiente, o la semana entrante o cuando fuera.

Es más que evidente que Andrés Maximiliano González estaba fuera de control cuando le disparó repetidamente a su ex y luego se disparó en la sien. Me da la impresión de que el final de la historia podría cambiar de día y hora, pero no de desenlace.

Ahora quedan dos criaturas de 3 y 7 años sin madre ni padre. Son los que terminan a la postre más perjudicados. Siempre son los hijos pequeños los que pagan el precio más alto en estos casos de locura extrema.

No es, ni será éste el primero y último caso en el que una pareja termina de esta manera con su relación.

Sería bueno que a quienes competa legislar para evitar este tipo de tragedias, pusiesen empeño en buscar verdaderas soluciones de fondo. Quiero creer que a alguien debe interesarle este tema.

Para los que quieran saber algo más (no mucho), pueden ver la noticia en el diario Clarín.