¡¡¡YO QUIERO IR AHÍ!!!

Y tener un pase libre para estar todo el tiempo que quiera y todos los días que hagan falta.

Aunque no hable alemán, quiero ir a la ciudad de Hamburgo; para ser más exactos a esta dirección:

Kehrwieder 2-4 Block D
20457 Hamburg – Speicherstadt
.

Es la dirección del paraíso (o por lo menos de uno de los que podemos encontar en la tierra).

Un lugar para el asombro y el disfrute de todo el mundo, sin importar edad, sexo, raza o cultura.

No estoy exagerando.

Simplemente vean estos videos y van a terminar dándome la razón.
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Hace 30 años…

… nacía un dispositivo que para los más jóvenes es algo habitual.

Mis hijos, de 18 y 22 desde su más tierna infancia lo conocieron y usaron.

Estoy hablando del mouse de la computadora, o ratón del ordenador, según el país de origen del que lo mencione.

En un principio, sus inventores, Douglas Engelbart y William English lo llamaron con un nombre poco comercial (quizás porque en ese momento no lo era): Indicador de Posición de X-Y para un Dispositivo de Pantalla (X-Y position indicator for a display system, su nombre en inglés).

Apple compró la patente en 1979 y no sólo le cambió la forma para hacerlo más cómodo de usar, sino el nombre, que no sólo era más comercial, sino que además lo relacionaba con el animalito al que le vieron un parecido.

Ha pasado mucho desde aquel primer maus -como lo pronunciamos en Argentina- hasta los actuales.

Pasando por las bolitas que juntaban pelusa y terminaban inutilizándolo hasta los ópticos de resoluciones increíblemente altas, con o sin cable, comunes o ergonómicos, la evolución fue constante.

No voy a ponerles ninguna foto de un mouse actual, porque mal que mal, todos hemos visto una enorme cantidad de modelos diferentes.

Pero sí las fotos del primero:

¡Hace 30 años que uso el mouse!

¡Y anteriormente usaba sólo teclado!

¡No puedo creer lo viejo que soy!

Las fotos las encontré en Gizmodo.

¡FELIZ CUMPLEAÑOS!

 

Para saber quién cumple, hacer click aquí.

Aprender a desconfiar de «la realidad»

La realidad es lo que ves.

Pero lo que ves, no siempre es real.

Todo puede variar según te lo muestren.

En Argentina tenemos más de un ejemplo.

Pero para vos, que no tenés muy claro el concepto, te propongo un ejercicio:

Te propongo «desimaginarte» a Louis Armstrong.

Suena raro, pero viene a ser algo así como olvidarte que sabés que era un negro simpático que cantaba una canción que para muchos se hizo conocida gracias a la película Good morning Vietnam, con Robin Williams.

Ahora pensá que te dicen que Louis Armstrong es un negro que canta death metal.

Difícil de imaginar, no?

¿Y si te lo mostrase?

¿Podrías creer que en realidad es un negro simpático que canta una hermosa canción de paz y amor después de ver el video?

Sobre todo viendo y oyendo a alguien que muestra los dientes, entrecierra y desorbita los ojos como hace hacia el final del video.

Mirá el video antes de seguir leyendo.

Ya viste «una» realidad.

Ahora sabés que puede haber «más de una» realidad.

Que esto te sirva de ejemplo para que en el futuro, cuando alguien te presente «la» realidad, pienses que quizás haya «otra» realidad y busques corroborar o desenmascarar «esa» realidad.

En realidad, mi intención no era dejarte esa imagen de Louie Armstrong, por lo tanto, acá te dejo al verdadero, para que lo disfrutes tal como era.
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María Elena Walsh

Estaba triste por una amiga, que hasta que se murió no supe que lo era.

Hasta que se fue no supe que la quería mucho… y desde hacía mucho.

Estaba mirando por la ventana, la ciudad estaba gris, con el cielo nublado y el agua mojando las veredas.

De pronto, un pájaro se posó en los cables de la luz que tengo enfrente.

No hacía otra cosa que mirarme.

De pronto se puso a cantar, siempre con la mirada fija en mí.

¡Reconocí la música!

A partir de ese momento, supe cuál era la letra de lo que estaba cantando.

No era un pájaro, era una pájara.

Llevaba tanto tiempo sin verla ni oirla, muchos años, que no la había reconocido.

Era la pájara pinta.

En voz muy bajita canté con ella.

Cuando terminamos, me sonrió -no sabía que los pájaros podían hacerlo- y se fue.

Supongo que a buscar otras ventanas.

Me enseñó que se puede llorar cantando.

Ahora sé que voy a pensar en «mi amiga» muchas veces.

Cuando vea una mariposa, un perro salchicha, una naranja, una vaca vieja, un mono liso, una tortuga; incluso cuando sean las 5 de la tarde y sea la hora de tomar el té.

Tantas veces te mataron…

Tantas veces te moriste…

Que en esta última vez, ni van a poder volverte a matar, ni vas a estar muerta jamás.