Taller de fotografía en el zoológico de Buenos Aires

Este sábado concurrí a un nuevo taller de fotografía, pero esta vez de día; de las 10:00 a las 16:00.

Una excelente oportunidad para estar más cerca de los animales que yendo por nuestra cuenta, y además, los cuidadores interactuando con cada uno de sus animales para sacarlos de su reposo y poder verlos en acción al ser alimentados «para la foto».

Muy diferente del taller de fotografía nocturna. Aquí los animales iban a estar más activos.

Comenzamos con el oso polar.

Íbamos a tener la oportunidad de verlo no sólo caminando, sino que podríamos observarlo nadando y buceando para buscar comida.

Una vez en el agua, poder apreciarlo en su total estatura al estar parado en dos patas esperando que le arrojaran trozos de carne.

Tomando en cuenta mi altura, calculo que cuando estaba parado junto a mí -vidrio de por medio, por supuesto- debía tener más de 2 metros.

Me impresionaron sus manos, que si bien parecían tener zonas suaves, y hasta sensibles, su tamaño y el de las garras, no dejaban lugar a dudas; eran de un depredador formidable.

Tan grande y de qué manera tan grácil se movía en el agua.

Incluso su caminar por el fondo parecía un ballet en cámara lenta.

Después pasamos para el área de los osos de anteojos.

En su ambiente, este tipo de plantígrados es muy hábil trepando árboles para alcanzar la enorme cantidad de bromelias que crecen allí, y que devoran con fruición.

Aquí los veíamos tranquilos y hasta aletargados, y no es fácil imaginárselos tan activos.

Necesitamos incentivarlos con manzanas,

Sus actitudes comparables a las nuestras, les confieren una imagen simpática, y hasta cómica, pero no dejan de ser osos.

Pose «humana», pero garras de oso.

Luego le llegó el turno al oso pardo.

A éste se lo veía más peligroso. Otra actitud y otro tamaño.

A él también las manzanas lo convencieron de pararse en dos patas.

Cambiamos de sector.

Área de felinos.

Nos encontramos con el cuidador y fuimos a la jaula del tigre blanco. Llevaba un balde con trozos de carne.

Al escuchar que lo llamaba, se acercó al vidrio.

El cuidador se subió a la baranda y el tigre se paró en dos patas, sabiendo que iba a recibir unos bocaditos extra de comida.

Era nuestra oportunidad para hacerle primeros planos.

Jugar con los reflejos.


Por ser un felino, podíamos verlo como lo que era, un feroz cazador

o un tierno gatito.

Luego nos corrimos hasta la jaula del yaguareté.

Por supuesto, en cuanto vio al cuidador, más que rápido se acercó al vidrio.

No era para menos, había una oferta que no podía rechazar.

Conseguí una serie de 3 fotos en las que se ve claramente que no es un juego acercarle comida a un felino tan grande.

Las garras siempre dispuestas a moverse a velocidad para atrapar.

Otra de las oportunidades que tuve, fue de comprobar que las manchas no son simétricas.

Ahora era el turno de los leones blancos.

El macho, en cuanto vio al grupo llegar al vidrio junto a la hembra, se acercó.

Y se puso a atacar a uno de los fotógrafos, que tenía campera roja y del que por suerte lo separaba un vidrio lo suficientemente fuerte.

Cuando escuchó la voz del cuidador llamándolo, cambió de objetivo.

Fue el felino que tuvo la más agresiva actitud al reclamar su comida. A tal punto, que en una oportunidad el cuidador para responder una pregunta que le estaban haciendo, le dio la espalda y eso enfureció al león, que saltó al vidrio y trató de llamar su atención -de alguna manera tengo que describirlo- con su garra derecha.

Era cuestión de retirar la mano rápidamente cuando se podía observar que iba a lanzar un zarpazo

porque bien podía llegar a atrapar la mano que le daba de comer.

Luego de que el cuidador se fuera y el león se alejara del cristal, seguía moviéndose sin perder de vista los movimientos del público.

Otro cambio de área.

Fuimos a visitar a los pumas.

La voz del cuidador y el pedazo de carne ofrecido a través de el enrejado los sacaron de su modorra.

Pero como habían cenado lo suficiente, el día era frío y el solcito estaba espectacular, decidieron que no valía la pena acercarse a nosotros y siguieron con su siesta.

No hay caso, cuando los animales no quieren, no quieren.

Nos movimos unos metros hasta la jaula del chita macho al que también despertamos de su siesta.

Este sí se sintió atraído por la oferta de carne.

Este chita se sintió atraído por mi cámara, por mí, por el color de mi ropa o por lo que sea, pero se acercó para un primerísimo primer plano.

Aprovechando que mi cámara tiene el visor móvil, la puse por arriba del tejido, porque en la parte superior la trama era más abierta y no iba a tener nada que se interpusiera entre él y la foto mientras comía.

De pronto notó mi presencia

y se interesó mucho más.

Momento ideal para una retirada estratégica 🙂 y dejarle lugar a otros compañeros que siguieron sacando fotos.

El cuidador se corrió hasta la jaula contigua, la de la chita hembra y con él se fueron varios a fotografiarla.

Como en el área sin seto en la que estábamos para fotografiar había un árbol, dividía el espacio en dos. A la izquierda no había nadie y allí me fui.

Otra vez le llamé la atención a pesar de estar en silencio y volvió a acercárceme.

Comenzó a hacer unos sonidos parecidos a maullidos y de pronto me di cuenta de que mi cámara -aunque a baja resolución- podía filmar y así lo hice.

Luego le saqué una foto de perfil más

y me fui a ver a la hembra que ya estaba rodeada de fotógrafos y estaba posando con mucho charme.

Era el turno de los herbívoros.

Fuimos hasta el área de las jirafas. Madre e hijo.

Son animales muy temerosos. Un movimiento rápido, un desplazamiento de más de una persona los espanta.

El menos miedoso era el joven macho y el que tomó confianza primero.

Atraerlos con alfalfa fue el método empleado por su cuidador.

Luego de unos instantes la hembra también se acercó.

En algunos momentos, tan cerca como estábamos, ver esos cuellos tan largos y las cabezas tan altas, provocaban una extraña sensación.

Hay que reconocer que no dan una imagen de animal inteligente.

Así tuvimos la oportunidad de ver que los colores eran diferentes, lo que no sé, es si se oscurecen a medida que van creciendo.

Fue además una buena oportunidad de trabajar con colores y diseños que en un primer momento parecían iguales y no lo eran.

Además brindaron la oportunidad de componer alguna imagen.

Ya nos estaba esperando el cuidador del hipopótamo, que nos iba a mostrar cuánto le gustan las zanahorias y la alfalfa fuera de sus horarios de comida.

Se nos acercó y abrió la boca para que le fueran poniendo puñados de zanahorias y algo de forraje. No la cerraba hasta que estaba seguro de que no iban a poner más. Recién ahí comenzaba a masticar.

Pudimos apreciar lo inmenso que son sus dientes y colmillos.

A los hipopótamos en cautiverio se los educa para que permitan a sus cuidadores y veterinarios que les limen la dentadura para evitar que se conviertan en armas mortíferas y para que en caso de tener que curarlos, se dejen atender.

Era hora de un recreo y de comer algo.

Hicimos una mesa larga en uno de los restaurantes y comimos todos juntos.

Ahora, a la isla de los lémures.

Subimos a la lancha que nos dejó en la isla para fotografiar a estos simpáticos animalitos que algunos descubrieron en Madagascar (la película) cuando el rey cantaba «a mover el bote».

Este es un espacio vedado al público.

Sólo en eventos organizados por el zoológico se puede acceder a esta isla que los mantiene aislados, ya que son animalitos tímidos, de hábitos nocturnos y clima cálido.

Tienen una cabaña con ventanales que los protege del clima frío, y como ya dije más arriba, era un día frío, por lo que iba a costar trabajo que salieran para poder fotografiarlos.

Hubo que sobornarlos.

Tímidamente al principio, todos salieron para ver qué había en el festín.

No estoy seguro si es que no tenían suficiente hambre o el frío pudo más, pero sólo estuvieron un rato fuera de la cabaña.

Moviéndonos lentamente, podíamos acercarnos y ofrecerles algo de comida.

Lo único que vimos que aceptaban era banana, por lo que cambié mi porción de zanahoria por la fruta y conseguí que comiera de mi mano.

Poco duró -o éso me pareció- la aventura exterior de estos animalitos, que fueron entrando nuevamente a protegerse del frío.

Y es entendible, estaban bien calefaccionados.

De todas maneras, la comida no se desperdicia, ya que los coipos, roedores de hábitos acuáticos se encargan de lo que los lémures dejan.

Volvió la lancha a buscarnos y volvimos para la última parte: las aves rapaces.

El zoológico de Buenos Aires recibe animales que fueron decomisados por las autoridades o aquellos que por diferentes motivos no pueden volver a soltarse en la naturaleza.

A algunos se los rehabilita y pueden ser nuevamente liberados. Los que no, pasarán el resto de sus vidas en el zoológico.

No todas las aves son llevadas. Muchas de ellas llegan tentadas por el entorno.

Con las aves rapaces, se tiene trato especial. Cuando el animal queda incapacitado, no puede volver a la naturaleza, pero se le sigue manteniendo vivo el instinto.

Aparecieron dos cuidadores. Uno de ellos con un ñacurutú o búho de cuernos

Y un halcón

El ñacurutú tenía el ala izquierda quebrada por una pedrada, por lo que nunca podría volver a ser liberado, en cambio el halcón sí podía volar y nos hicieron una demostración de vuelo y caza además de enseñarnos mucho sobre las aves a medida que nos las iban presentando.

Para mantener en buen estado al halcón, volaba desde la mano del cuidador hasta los árboles o los techos de las jaulas y de allí de vuelta al cuidador, por supuesto, incentivado con pequeños trocitos de carne.

Eligió -fuera de programa- posarse varias veces en el árbol que estaba a mis espaldas.

Como este ejemplar había nacido en cautiverio, se le está enseñando a cazar.

Una figura de cuero, de color, tamaño y color similar a las presas que atraparía en la naturaleza es arrojada, atada con una cuerda para que intente atraparla.

Cuando la atrapa

Se lo deja arrancar el pedazo de rata que tiene atado el cebo, para que haga lo mismo que haría en libertad, alimentándose por sus propios medios.

Como no conseguía acomodar el trozo correctamente, el cuidador tuvo que ayudarlo, acomodándole el alimento de manera adecuada.

Debe usarse un guantelete de cetrería para que puedan posarse las rapaces, porque de otra manera, clavarían las garras en la carne para sujetarse.

Es más, cuando se posan luego del vuelo, las garras van por delante, por lo que es fácil imaginarse que cuando caen sobre una presa, esta no tiene ninguna posibilidad, porque se encuentra con una pared de garras con uñas fuertes y filosas de las que no va a poder desprenderse.

Luego hizo su aparición un águila coronada.

Un ave de porte impresionante, de unos 3 kilos de peso, que puede identificarse por las plumas en la parte de atrás de la cabeza.

Fiera mirada de ave rapaz.

Y para cerrar el show, hizo su aparición un jote.

Es un ave americana que según el país se lo conoce como zopilote, buitre negro, buitre negro americano, o gallinazo negro.

Es carroñero, es decir, no caza para comer, sino que se encarga de devorar animales muertos.

Un excelente servicio que le brinda a la naturaleza, porque hace desaparecer carne que puede descomponerse o en descomposición que podría contaminar el hábitat de muchas especies.

Los cuidadores nos pidieron que hiciéramos una doble fila, dejando un camino libre entre el área de la charla y el edificio de enfrente, porque era el lugar al que le gustaba volar al jote y como volvía en vuelo rasante, podríamos capturarlo en vuelo en tomas que podrían ser espectaculares.

Y tal como nos lo habían avisado, levantó vuelo y fue directamente al techo y volvió al cuidador, pasando a centímetros de los que allí estábamos.

Para asegurar que lo seguiría haciendo algunas veces más, uno de los cuidadores comenzó a subir al techo para llamarlo.

Luego lo llamó

y luego el que se había quedado con nosotros reclamaba su atención y así voló varias veces.

Y tengo que admitir que en una de esas oportunidades, no sé si me rozó con un ala o por haber pasado tan cerca, fue el viento lo que me provocó esa sensación.

Y no exagero al afirmar que pasa muy, muy cerca de la gente. Una de las compañeras de taller tuvo que agacharse, porque quedó en el camino y estoy seguro de que la hubiera rozado con las patas.

Fue una experiencia fantástica, porque no sólo fueron fotos «exclusivas», sino que además recibimos una muy buena charla sobre rapaces.

Lo mejor de todo fue que siempre hubo muy buena onda entre los cuidadores y su público. Fue instructivo y divertido

Nuevamente quedé absolutamente satisfecho con el taller que organizan Laura y Eduardo.

Siempre con buena onda, consejos, marcando detalles, explicando aspectos de los objetos a fotografiar para que las tomas salgan lo mejor posible, anécdotas.

Terminamos tomando unos mates bien calentitos en un aula de la granjita del zoológico, mientras charlábamos, algunos limpiaban sus equipos y nos recuperamos de un largo díá de fotos, sol, nubes y frío.

Lo disfruto muchísimo, es hacer lo que siempre me gustó, es como jugar a ser naturalista de National Geographic.

Espero ansioso un nuevo taller.

¡Ah!, me olvidaba gracias a los cuidadores del zoológico de Buenos Aires que nos mostraron a sus animales: Ballesteros, Pedrito, Arnoldo, Carlitos, Ángel. Manuel y Ulises de rapaces y Ariel en lémures.

6 comentarios en “Taller de fotografía en el zoológico de Buenos Aires

  1. a eso que vos llamas «zopilote, buitre negro, buitre negro americano, o gallinazo negro» el resto de la humanidad (un 30 millones) que vivimos en el interior lo conocemos como jote…y a los coipos les decimos «nutrias».

    Me parece barbaro que se decomise a los animales que estan siendo maltratados, los que no pueden vivir en otro lado que no sea en cautiverio, lo que me parece mal es que sean participes de un «espectaculos» para divertir a pibes que no conocen otra cosa que el asfalto de Capital… Los bichos no son una diversion… aparte dudo que las jirafas, los osos polares, los tigres, los hipopotamos etc… hayan sido decomisados por las autoridades… ya que digamos.. no pertenecen a nuestro habitat… la verdad que el zoologico me parece un aberrante muestrario de animales que fueron enjaulados (ellos o sus padres o los padres de sus padres) para la diversion de gente boluda.. ups! perdon! cierto… a vos te divierten… te recomiendo que si queres conocer la fauna y la flora de tu pais visites los parques nacionales… si, sale mas caro que ir al zoologico, pero por lo menos los ves en su habitat y sin tener que brindarte un «show»… lamentablemente lo mas parecido a un tigre que podes encontrar en el pais es un yaguarete (si quedan todavia) o los pumas… (otra vez.. no se si quedan..)..no hay jirafas ni osos polares ni hipopotamos, para eso vaya a africa….

  2. Juan:

    Ante todo, un consejo: Tratá de no escribir nada cuando estás enojado.

    Te explico por qué.

    Se cometen errores. No se lee bien y puede ser que se te escapen datos.

    Arrancás tu comentario/protesta diciendo: «a eso que vos llamas “zopilote, buitre negro, buitre negro americano, o gallinazo negro” el resto de la humanidad (un 30 millones) que vivimos en el interior lo conocemos como jote…»

    No leíste o no recordaste haber leído mi frase que dice: «Y para cerrar el show, hizo su aparición un jote.»

    Precisamente puse los diferentes nombres con que se lo conoce en el resto de América, porque gente de diferentes países leen los posts y no todos conocen los nombres de todos los animales según el país. Es más, para los que ni siquiera saben de qué animal estoy hablando, es que hago una brevísima explicación sobre el ave.

    Continuás diciendo: «y a los coipos les decimos “nutrias”.»

    Para responderte me limito a la Wikipedia: «Los lutrinos (Lutrinae), conocidos vulgarmente como nutrias, son una subfamilia de mamíferos carnívoros de la gran familia Mustelidae. Hay 13 especies de nutrias en 7 géneros, con una distribución de la población prácticamente mundial. En América del Sur es común que se llame «nutria» a otro animal, el coipo o quiyá, de costumbres predominantemente acuáticas, pero que es un roedor de la familia de los miocastóridos.»

    Si seguís el link a la nota en la Wikipedia, vas a ver cómo es realmente una nutria.

    Seguís -y eso me parece fantástico- estando de acuerdo con algo, pero inmediatamente aparece la crítica y decís que «lo que me parece mal es que sean participes de un “espectaculos” para divertir a pibes que no conocen otra cosa que el asfalto de Capital…»

    Un punto de vista erróneo, porque no se tiene a esas aves en cautiverio para deleite de los chicos, aunque te confieso que a los grandes nos llama más la atención, sino que tal como puse en el post, el ñacurutú tenía un ala quebrada y nunca más iba a poder vivir en libertad. el halcón había nacido en cautiverio y se lo estaba entrenando para que aprendiera a cazar para no morir de hambre cuando fuera insertado en la naturaleza.

    El jote, por ejemplo había sido criado en una casa que además tenía un perro. Un día se pelearon y el perro le mordió el pico y se lo rompió, por lo que después de curado, el pico sigue creciendo deforme y requiere un trabajo de limado para que pueda seguir siéndole útil para comer. Está condenado a vivir siempre en cautiverio, porque en libertad, cuando el pico se deformara demasiado, ya no le sería funcional y no podría comer.

    Mas adelante sentenciás: «Los bichos no son una diversion».

    En eso estamos de acuerdo.

    Pero igualmente nos divierten.

    Enjaulados, domesticados o en libertad, nos sentimos atraídos por ellos.

    Quizás nunca tuviste un perro o un gato, un canario, un loro o ni siquiera una vaquita de San Antonio en un frasquito para mirar.

    Quizás tampoco hayas ido a pescar por el simple hecho de hacerlo, porque sabías que no ibas a comer lo que atraparas.

    Seguro que a cazar nunca fuiste ni le tiraste una piedra a ningún animal.

    Tal vez hayas ido a varios parques nacionales o pertenezcas a algún grupo de observadores de la fauna, pero eso es una clara demostración de que observar a los animales te divierte, lo quieran ellos o no.

    Pero más allá de la chicana, sí el zoológico tiene algún animal salvado de las manos inescrupulosas de algunas personas.

    Tal como cuento en el post de fotografía nocturna, tienen una elefanta rescatada por la policía del Circo Rodas.

    Afirmás que: «la verdad que el zoologico me parece un aberrante muestrario de animales que fueron enjaulados (ellos o sus padres o los padres de sus padres) para la diversion de gente boluda.. ups! perdon! cierto… a vos te divierten…»

    Heredamos los zoológicos. Los animales nacieron en cautiverio y no pueden ser liberados en la naturaleza porque no podrían sobrevivir.

    Te hace mucha falta ver NG, Discovery y Animal Planet como mínimo para entender que es casi imposible convertir a un animal acostumbrado a la presencia humana, a recibir el alimento diariamente sin necesidad de salir a cazarlo que nunca pudieron convivir con otros de su especie en estado salvaje e incluso con enemigos o depredadores en un animal salvaje autosuficiente.

    Te recomiendo que busques un documental de un naturalista que para insertar lobos nacidos en cautiverio en la naturaleza tuvo que comportarse diariamente como si fuera él un lobo y llegar a darle de comer de su propia boca a los lobeznos; luchar por el liderazgo de la manada y comer él primero la carne cruda en el piso.

    Hubo otros que no tuvieron que hacer tanto esfuerzo como podrás ver en la película «La leona de dos mundos», pero no quiero extenderme mucho más, que esto es ya bastante largo.

    Para tu tranquilidad, te aviso que tanto el yaguareté (hay fotos en el post) como el puma (también tienen sus fotos) pueden encontrarse en libertad en nuestro país. Supongo que habrás leído que detuvieron hace poco a unos que organizaban zafaris de caza de pumas en La Pampa.

    Y para terminar, tu frase final: «no hay jirafas ni osos polares ni hipopotamos, para eso vaya a africa…»

    Es contradictoria con tu postura.

    Si voy al África a ver osos polares, tendré que hacerlo en un zoológico… 😉

  3. Hola.
    Primero que todo, muy buenas tus fotos.
    Quería preguntarte si esas visitas exclusivas las puede hacer cualquiera o si a vos se te permitió por ser parte de un grupo de estudio, en tu caso fotografía. Si tenés algún número de contacto con el Zoológico, o con los cuidadores. Porque te explico, aparte de también gustarme la fotografía, me gustan mucho los animales, tanto como para siempre poner primero a la otra especie que a la mía, y me interesa mucho el trabajo de cuidador porque no hay «bicho» con el que no sienta conexión.
    Te agradezco desde ya. Y no te aflijas por los que aparecen enojados y escriben sin pensar; yo también pienso que el animal no tiene que estar encerrado, y hay días que quisiera abrir todas las jaulas del mundo, pero la realidad es que el animal ya está encerrado. Hay que tratar de no repetir el encierro, pero aprovechar al máximo éste, estudiándolos, curándolos, y sobre todo respetándolos y nunca abusarnos por ser los dueños de las jaulas. Hay que ser amables con las demás especies ya que ellas tienen el mismo derecho, sino más de estar en este mundo, y digo así porque «nosotros» somos una especie bastante nueva, y es como si entráramos en una casa ajena.
    Muchas gracias.

  4. Lucas:

    En los cursos de fotografía, tenés acceso a zonas vedadas al público en general; pero no esperes entrar a nadar con el oso polar, por ejemplo 😉

    Los animales tienen a sus cuidadores, siempre los mismos, para que se pueda establecer un vínculo entre ambas partes, y estos saben cómo manejarlos para que cada uno de sus animales dé lo mejor para que se puedan obtener mejores tomas.

    Podrás alimentar en la boca a las jirafas, pero a los osos se les arroja la comida desde lejos.

    Eso te la da la oportunidad de hacer primerísimos planos de los animales «mansos» y de obtener buenos planos de los más agresivos, que van a estar esperando comida.

    Pero recordá que «manso» no significa que no sea potencialmente peligroso. pensá que el cuello de una jirafa tiene músculos poderosísimos y cuernos, que aunque están forrados de una suave piel, siguen siendo cuernos que golpean con mucha velocidad y masa.

    Voy a contestarte en privado más extensamente, pero de todas maneras, te dejo aquí el folleto que me llegó.

    Espero que puedas hacer por lo menos algo de todo eso que te gusta tanto.

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