Cuando durante el gobierno de Menem se impuso la «Reforma Educativa», los docentes (al menos una gran parte de ellos) estuvieron absolutamente en contra.
Si no me equivoco, el modelo que se implantó era el que se había utilizado en España, y que había fracasado completamente.
Cuando desde el gobierno dieron una explicación de cómo era el sistema, muchos de nosotros sentimos un tufillo a trampa.
Sentimos en ese momento que lo que se buscaba era que el nivel de nuestros estudiantes – que no era tan malo – cayera estrepitosamente.
Nuestros hijos – lo he vivido en carne propia -, estudiaban menos cosas que lo que habíamos estudiado nosotros.
Mi esposa y yo estábamos asombrados de lo poco que sabían de la Argentina. Geografía e historia eran materias en las que no se mencionaba casi nada de nuestro país.
Comprendíamos que los métodos de enseñanza y lo que se enseña, debían evolucionar de acuerdo a cómo evolucionaba el mundo.
Pero… ¿cómo comprender el criterio de que en los primeros años de escuela, no era necesario corregirles los errores de ortografía?
La idea que primaba en ese momento, era la de dejar que los chicos expresaran por escrito lo que se les proponía, sin importar las reglas ortográficas (absolutamente ninguna). Ya habría tiempo más adelante de corregirlos.
Cualquiera con dos dedos de frente sabe que lo que se aprende mal, es – a medida que avanza el tiempo – cada vez más difícil de corregir.
Lo que no se aprendiese «desde el vamos», con el paso de los años, no se asimilaría como es debido.
Cosas que recordábamos mi señora y yo por haberlo estudiado en los primeros años de escuela, nuestros hijos no lo sabían.
Cosas tan simples (y que podrían parecer inútiles) como saber que antes de e e i nunca va z, cuándo poner ción o sión, recordar que las palabras graves – salvo excepciones – nunca llevan acento ortográfico, la lista de las preposiciones: a, ante, bajo, cabe…
Supongo que recordarán que hace pocos años se había puesto de moda acentuar palabras graves. Se veían publicidades con palabras acentuadas, que a los que recordábamos las más básicas reglas, nos ponían los pelos de punta. La moda pasó, pero quedan todavía palabras mal escritas.
En la nota de opinión del Clarín del 09/02/2005, Ángela Pradelli menciona entre otras cosas que desde la dirección de las escuelas se «sugería» a los profesores que no «bocharan» a tantos alumnos.
Hice mi modesta investigación, y pude comprobar que sí era una cuestión que se repetía en varios colegios.
Parece que el actual ministro de educación, Daniel Filmus quiere eliminar el sistema que nos llevó a perder excelencia tanto en los educandos como en los educados.
La mención que hace Ángela Pradelli de una carta de una alumna de 9º año al diario, es un duro golpe.
Vale la pena leer qué opina una profesora de literatura ganadora del Premio Clarín de Novela 2004.
Está por comenzar un nuevo año lectivo. Ojalá que este sea mejor que el anterior y peor que el próximo.
Pues, los estadistas, necesitan formar idiotas que los voten, por ello hacen lo que hacen, si los ciudadanos aprendieran a pensar, (eso no se enseña) no conseguirían votos. Una sociedad con necesidades y bajo saber intelectual, es facilmente manejable. Un choripán , 10pesos en el bolsillo, y un paseo en camión , es suficiente para asegurarse un voto.