ORTO-GRAFÍA

Por accidente – nadie está exento de tener uno – cayó en mis manos la revista Cosmopolitan de mayo de 2004.
La curiosidad – que no sólo mata gatos -, mata el aburrimiento.
Comencé a hojearla y una de las primeras páginas que veo (la 136) tiene unas recetas que suponían que más que el apetito estomacal, te abrirían el sexual.
Ya en el subtítulo hubo algo que me puso en alerta: ENCENDÉLO. Pensé que al corrector se le había escapado el acento y pasé a las recetas propiamente dichas.
El alerta dejó paso al asombro, y ya en la segunda receta, se abrió paso la indignación.
¡La página estaba llena de palabras graves mal acentuadas!
En una carilla, con fotos, encabezado grande y bastantes espacios en blanco, éstas eran las palabras que de manera subrepticia atentaban contra la lengua de Cervantes.

agregále (2)
ponéle
pelálas
cortálas
condimentálo
deshacélo
retiráles
cortála
rociála
agregálo
cortálo
ponélas
echále

¡Pobre manco!, se la estaban comiendo en escabeche, a la vinagreta y en guiso.
En un estado de paranoia total, abrí la revista al azar en diferentes páginas, y allí estaban las palabras mal acentuadas que no habían podido meter en la nota gastronómica.
No alcanzaba con los periodistas, conductores de televisión/radiofónicos y comunicadores que utilizan el «habría» y el «tendría» de manera criminal; ahora los medios gráficos colaboran con ellos.
¿Para cuándo una Ley de Defensa del idioma? porque aunque sigan escribiendo o hablando mal, al menos, que sean punibles de castigo: Escribir – a mano alzada – 1.000 veces la palabra o la frase errónea. Para los locutores, de 1 a 5 minutos de silencio ante las cámaras y para los de radio, de 1 a 5 minutos, silbado de la música del Himno al Idioma Español que habrá que crear a tales efectos.

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