¿Dónde está la “e”… eh?

Todos los que leímos «El escarabajo dorado» de Edgar Allan Poe, descubrimos cuántas veces se repiten determinadas letras en nuestro abecedario; en ese caso, el inglés.
Más tarde, descubrimos en las revistas de ingenio cómo resolver las grillas que reemplazaban las letras por números, sabiendo que en nuestro idioma, la letra «e» es – la mayor de las veces – la letra que más se repite.
Ésto puede ser cierto, hasta cierto punto «.» (punto)
Un genio de la literatura con humor como Enrique Jardiel Poncela, demuestra que la letra «e» puede aparecer en un texto largo solamente 4 veces: Enrique jardiel poncela.

Un otoño – muchos años atrás – cuando más olían las rosas y mayor sombra daban las acacias, un microbio muy conocido atacó, rudo y voraz, a Ramón Camomila: la furia matrimonial.
-¡Hay un matrimonio próximo, pollos! -advirtió como saludo a su amigo Manolo Romagoso cuando subían juntos al Casino y toparon con los camaradas más íntimos.
-¿Un matrimonio?
-Un matrimonio, sí -corroboró Ramón.
-¿Tuyo?
-Mío.
-¿Con una muchacha?
-¡Claro! ¿Iba a anunciar mi boda con un cazador furtivo?
– ¿Y cuándo ocurrirá la cosa?
-Lo ignoro.
-¿Cómo?
-No conozco aún a la novia. Ahora voy a buscarla…
Y Ramón Camomila salió como una bala a buscar novia por la ciudad.
A las dos horas conoció a Silvia, una chica algo rubia, algo baja, algo gorda, algo sosa, algo rica y algo idiota; hija única y suscriptora contumaz a La moda y la Casa (publicación para muchachas sin novio).

Y al año, todos los amigos fuimos a la boda. ¡La boda! ¡Bah!… Una boda como todas las bodas: galas blancas, azahar por todos lados, alfombras, música sacra, bimbas, sonrisas, codazos, almohadón para hincar las rodillas los novios y para hincar las rodillas los padrinos; lunch, sandwichs duros como un fiscal…

Al onzavo sandwich hubo una fuga súbita por la sacristía y un auto pasó raudo, y unos gritos brotaron:
-¡Adiós! ¡Adiós! ¡Vivan los novios! ¡Vivaaan!
Y los amigos cogimos otro sandwich – dozavo – y otra copita.
Y allí acabó la cosa.

Mas, para Ramón Camomila, la cosa no había acabado allí…

Al contrario: allí daba principio.

Y al subir con su novia al auto fugitivo, vio claro, vio clarísimo: ni amaba a Silvia, ni notaba inclinación ninguna al matrimonio, ni sintió su alma con la vocación más mínima por construir un hogar dichoso.
-¡Soy un idiota! – murmuró Ramón -. No valgo para marido, y lo noto cuando ya soy ciudadano casado…
Y corroboró rabioso:
-¡Soy un idiota!
Silvia, arrinconada junto a Ramón, bajaba los ojos con rubor, y al bajar los ojos subía dos mil grados la rabia masculina.
-¡Dios mío! – gruñía Ramón mirándola -. ¡Casado! ¡Casado con una niña insulsa como unas natillas!… No hay ya salvación para mí…, ¡no la hay!
Incapaz para dominar su irritación, dirigió unas palabras durísimas a Silvia.
-¡Prohibido fingir rubor y mirar a la alfombra! -gritó.
(Silvia miró al parabrisas con infantil docilidad).
Y Ramón añadió para su sayo, alumbrado por una brusca solución:
-Voy a lograr su odio. Voy a obligarla a suplicar un divorcio rápido. Poco valgo si
no logro inspirarla asco con cuatro o cinco burradas a cual más disparatada…
Y tal solución tranquilizó mucho a su alma.
Por lo pronto, al subir a la fotografía (visita clásica tras una boda), Ramón hizo la burrada inicial.
Un fotógrafo modoso y finísimo abordó a Ramón y a Silvia.
-Grupo nupcial, ¿no? -indagó.
-Sí -dijo Ramón.
Y añadió:
-Con una variación.
-¿Cuál?
-La sustitución más original vista hasta ahora… Novio por fotógrafo. Hoy hago yo la foto… ¡Viva la originalidad!
Y Ramón aproximó la máquina y advirtió al asombrado fotógrafo:
-¡Vamos! Coja por la mano a la novia y sonría con ilusión: La cara más alta… ¡Cuidado! ¡Así!… ¡Ya!
Ramón tiró la placa, y a continuación obligó al pago al fotógrafo; guardó los duros y salió con Silvia orondo y dichoso.
-¡Al auto! -mandó.
(Silvia ahora iba llorando)
-¡La cosa marcha! -susurró Ramón.

Al otro día trasladaban sus organismos a Irún. (Lo clásico, asimismo, tras una boda.)
Ramón no quiso subir al vagón con Silvia.
-Yo viajo con los maquinistas – anunció -. Voy a la locomotora… ¡Hasta la vista!
Y subió a la locomotora, y ocupó su actividad ayudando a partir carbón. Al arribar a Irún había adquirido un magnífico color antracita.

Ya allí, compró sus harapos a un sordomudo andrajoso, vistió los harapos y marchó a la fonda a buscar a Silvia.
Y tocado con las ropas andrajosas anduvo por Irún, acompañando a Silvia y cogido a su brazo mórbido y distinguido.
Nutrido público los miraba al pasar, asombrado.
Silvia sufría cada día más.
-¡La cosa marcha! ¡La cosa marcha! -murmuraba todavía Ramón. Pronto rogará Silvia un divorcio total. Sigamos las burradas. Sigamos con la droga antimatrimonial, multiplicando la dosis.
Ramón vistió a continuación sus fracs más maravillosos, y al pisar un salón, un dancing u otro lugar público acompañado por Silvia, imitaba a los criados, y con un paño al brazo acudía solícito a todas las llamadas.

Una mañana pintó sus párpados con barniz rojo.

Por fin lo trasladaron al manicomio.

Y Ramón asistió a su propia dicha: su contrato matrimonial yacía roto y vivía imposibilitado para otra boda con otra Silvia…

Enrique Jardiel Poncela

Las siguientes frases le pertenecen y fueron extraídas de su libro: Máximas mínimas.

Amor:

  • El amor es como los columpios, porque casi siempre empieza siendo diversión y casi siempre termina dando náuseas.
  • Los amores con los que se pretende limpiar los espíritus, suelen no servir más que para ensuciar sábanas.
  • El amor es el puente para pasar del onanismo al embarazo.
  • Se llama en amor «mujer honesta» a la que es deshonesta con un solo hombre.
  • Al amor, al baño y a la tumba, se debe ir desnudo.
  • Lo que mayor interés demuestran en saber los enamorados es aquello que más va a hacerles sufrir.
  • Besar a una mujer es haberla vencido.
  • El amor, a semejanza de los catarros, empieza poniéndonos febriles, sigue impidiéndonos salir de casa por las noches y acaba obligándonos a secar los ojos con un pañuelo.
  • En amor, cada ser que hiere a otro no hace sino vengar una herida anterior recibida en su propio cuerpo.

Matrimonio:

  • Patrimonio es un conjunto de bienes; matrimonio es un conjunto de males.
  • Si vuestra prometida es realmente una santa, llevadla inmediatamente al altar; pero dejadla en él y volveos a casa.
  • Las madres sufren tanto al ver que se casan las hijas, que sólo se consuelan pensando en lo que sufrirían si vieran que no se casaban.
  • El que pide «la mano» de una mujer, lo que realmente desea es el resto del cuerpo.
  • La eternidad de la dicha matrimonial es la única eternidad de ocho o diez meses.
  • Un beso dado a una mujer lo mismo puede conducir a la felicidad que al matrimonio.
  • Los solteros saben que todos los matrimonios son desgraciados; los casados creen que el único matrimonio desgraciado es el suyo.

Mujer:

  • La mujer adora al hombre igual que el creyente adora a Dios: pidiéndole todos los días algo.
  • Cuando las mujeres andan en peores pasos es cuando van mejor calzadas.
  • Las mujeres, como las espadas, cuando más respeto inspiran es cuando están desnudas.
  • Las mujeres tienen las mismas costumbres de los salvajes: adornarse con plumas, colgarse aros de las orejas, pintarse la cara y vivir conquistando a los vecinos.
  • La música que más les extasía a las mujeres es la ejecutada con las trompas de Falopio.
  • El que satisface sexualmente a una mujer es su dueño, el que no la satisface sexualmente es su esclavo.
  • Las mujeres, como los autos, a la vejez es cuando más se pintan.
  • Las mujeres que no consiente en vestir más que en una «casa» suelen, en cambio, desnudarse en muchas.
  • El pasado amoroso del hombre le sirve a la mujer de garantía; el pasado amoroso de la mujer le sirve al hombre de desesperación.
  • La mujer y el libro que han de influir en una vida, llegan a las manos sin buscarlos.

Seducción:

  • Lo más a que puede aspirarse de una mujer que tenga los ojos negros, azules, o verdes es a que los ponga en blanco.
  • Seduciendo dos mujeres a un tiempo se evita el riesgo de interesarse por una sola.
  • A las mujeres les seduce que se las seduzca.
  • Todo lo que no está sostenido, cae; si queréis que una mujer «caiga», quitadle el sostén.
  • Las mujeres son tan terriblemente incongruentes que, a veces, para seducirlas, hasta da resultado el mostrarse sincero, noble y generoso.
  • Al llevarse a casa una mujer, como al llevarse un perrito, lo primero que hay que hacer es comprarle un collar.
  • Es más caro vestir a una mujer que desnudarla.

Varios:

  • Hay dos sistemas de conseguir la felicidad: uno, hacerse el idiota; otro, serlo.
  • Toda sociedad es un organismo podrido que se conserva gracias al hielo de la hipocresía.
  • El espiritismo se inventó para que los médicos pudieran hablar con su clientela.
  • La vida es como una mujer muy querida que no se portase bien con nosotros: todos los días nos haríamos el propósito de abandonarla y nunca nos encontraríamos con fuerzas suficientes para ello.
  • Todos los hombres que no tienen nada importante que decir, hablan a gritos.
  • Para ser moral basta proponérselo; para ser inmoral hay que poseer condiciones especiales.
  • De lejos todo parece más pequeño, a excepción del hombre inteligente, que de lejos parece mayor.
  • Todo el mundo se suicidaría, si después de suicidarse se pudiera seguir viviendo.
  • El pudor es un sólido que sólo se disuelve en alcohol o en dinero.
  • La medicina es el arte de acompañar con palabras griegas al sepulcro.

Extraído de http://www.jardielponcela.com.ar/

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