Querida:

Muchas veces te has quejado porque no te prestaba la debida atención cuando me hablabas.

Todas y cada una de esas veces llegué a sentir culpa – en ocasiones más y otras menos – por no haberte escuchado con la debida atención.

Una cantidad incontable de veces, me he preguntado por qué me «desinteresaba» tan rápidamente de las cosas que querías compartir conmigo.

Mi falta de interés no se relacionaba con el hecho de que en muchas de esas oportunidades yo estuviera haciendo algo que sí me interesaba, como por ejemplo, ver fútbol, boxeo o carreras en el caso de deportes, o en documentales, saber cómo funciona el veneno de la mamba negra o que estuvieran pasando un concurso de bikini open.

No. Definitivamente no.

La culpa es tuya, así como de todas y cada una de ustedes, mujeres «incomprendidas».

Si no les prestamos atención es porque es imposible, fisiológicamente hablando, de poder atender a voces de tonos agudos como los que ustedes tienen, con tantos matices, que se comparan con una música, por lo que únicamente un músico estará debidamente entrenado para soportar el esfuerzo de «decodificar» esos sonidos y hacerlos entendibles.

Nosotros expresamos las cosas con un tono simple y parejo, no sólo lo que decimos es más conciso, nuestras voces, están diseñadas para que sea así.

Nota casi al margen: De todas formas, no entiendo cómo es que no pueden entender muchas veces lo que «simplemente» les decimos.

Yo ya me liberé de la culpa del «no me prestás atención«; sé que así debe ser.

Desde el descubrimiento de las vacunas o la penicilina, la ciencia no había vuelto a dar tan buenos resultados como ahora.

Es conveniente, tanto para hombres como para mujeres, saber qué es lo último que se ha descubierto.

Para los primeros, para que dejen de sentirse culpables, y para las segundas, para que no nos vuelvan a incordiar con sus lamentos por nuestra desaprensiòn.

Lean la noticia. Les va a hacer bien.