La idoneidad de un candidato

Yo puedo hablar de la Argentina por el derecho que me da el haber nacido y vivir aquí.

Ese mismo derecho lo tienen quienes han nacido aquí, y por los motivos que sean, estén viviendo en otro país.

Habría que hacerlo extensivo a quienes habiendo nacido lejos, viven por las razones que sean, en este país.

Por último, también tienen derecho a opinar quienes desde afuera – y bajo la óptica que les dan las costumbres y culturas de todos y cada uno de los países del globo – miran hacia la Argentina.

En definitiva: creo que todos tenemos derecho a expresar nuestras opiniones, las que no tienen por qué ser compartidas por nadie. Baste como ejemplo lo que dos argentinos comentan en sendas cartas de los lectores del diario Clarín: 20/11/04 y 22/11/04.

Ambas cartas se refieren a un mismo tema: la candidatura de Nina Peloso (esposa de Raúl Castells) como senadora.

Ambos lectores tienen sus razones.

Tienen posturas opuestas.

Cada uno tiene razón.

¿Pero cómo pueden dos posturas opuestas tener razón?

Simplemente porque ambas exponen hechos que validan sus opiniones.

En su carta del día 20, Beatriz de Morra, expone su punto de vista, que es absolutamente válido. Nadie que aspire a nada puede pasarse la justicia por el culo.

Se equivoca cuando pone como argumento la «falta de idoneidad» o el «analfabetismo político», porque ¿dónde se obtiene un certificado de idoneidad o de «politiquismo»?

Podría preguntarme como Mafalda: ¿quién daría cursos de cómo ser un buen político?

Concuerdo con Manuel Contrera cuando afirma que los que llevaron el país a la situación actual, siempre – o casi siempre – fueron personas «idóneas», gente que poseía un título que lo «habilitaba» para saber qué era lo mejor para el país.

No para saber qué era lo mejor para sus habitantes.

No quisiera pensar que sí sabían qué era lo conveniente para sus compatriotas y que no les interesó llevar a cabo las acciones pertinentes.

Quizás todos estos «idóneos» están capacitados en algún área del conocimiento, pero evidentemente son más capaces de trabajar para sí mismos y sus «pares».

Quizás un bruto o ignorante – categorizados desde «algo» a «muy» – sea incapaz de robar a gran escala, pero también es más factible que sea engañado por quienes sí saben hacerlo, y lo «convenzan» de ponerse de su lado.

Nadie debería decir que la «idoneidad» o la falta de ella sea el elemento a tener en cuenta.

La HONESTIDAD, así dicha, con mayúsculas es lo que debería primar por encima de todo.

Imagino un tiempo en el que ése sea el único requisito para dirigir o co-dirigir los destinos de la Argentina.

Lentamente llegaremos.

Primero, eliminando del escenario político a los más descarados ladrones y vendepatrias, y posteriormente, consiguiendo que la justicia los alcance. No tiene por qué ser el «largo brazo de la ley», alcanzaría – por lo menos en un principio – que fuera el «implacable brazo de la ley», el que aplicara justicia en caso de que los encontrara culpables.

La vida se nos pasa viendo cómo nada cambia.

Pero vemos que cada vez más gente sabe que éso está mal. Cada vez somos más los que queremos que cambie.

Tal vez mis hijos, quizás mis nietos…

Alguien seguramente va a poder ser testigo de que hemos cambiado, pero para mejor.

Volviendo al principio del post, todos podemos tener razón.

Cada uno puede tener un trozo de verdad.

Habría que juntar esas verdades y encontrar una VERDAD que sea justa y equitativa.

Por lo pronto, comencemos con un ejercicio: tratemos de ver con «buena onda» el punto de vista de otro. Éso no significa que vayamos a claudicar o renunciar. Simplemente es una oportunidad de mejorar nuestro propio punto de vista.

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