Petiso y bravucón

No hay que dejarse llevar por la primera impresión.

No sé quién fue, pero alguien dijo: «no hay enemigos pequeños».

Y yo puedo agregar: «y a veces son los más jodidos».

Si no me creen, los siguientes 18 segundos les aclarará las ideas.


Мелкая пакость

Yo no me animaría…

… a dejar que mi hijito jugara con el perro.

Chaney, de (calculo) uno o dos años de vida, juega con su perro Tiger.

Hábilmente, el perro frota su hocico contra las costillitas y la panza de Chaney, provocándole cosquillas.

Es hermosísimo ver a un bebé riéndose a carcajadas.

Es muy lindo ver a nuestro perro, jugando con nuestros hijos.

Pero ver a Tiger, un gran danés de cerca de un metro de alzada, con la cabeza tan grande como el bebé… qué sé yo…

Cada vez que veo el video siento lo mismo en el estómago.

¿Seguirá Chaney vivo… o por lo menos entero?

Cuando pienso que muchas veces los perros usan los dientes para jugar, sin ninguna intención de atacar, calculando que una «mordidita suave» se puede dar, se me hace un nudo en la boca del estómago.

No sé si a ustedes les va a dar la misma sensación que a mi; pero si Tiger fuera mi perro y Chaney mi hijo, jamás permitiría que se «divirtieran tanto».

Chicas peleando

Tengo una escuela primaria a la vuelta de casa; es pequeña y a ella concurren chicos que en su gran mayoría son humildes, de barrios humildes, y se nota por la ropa que usan, por las palabras que emplean y por la «tonadita» y las frases que repiten hasta el cansancio.

Mi hijo Martín va a otra escuela – VER POST -, que queda a unas 10 cuadras (manzanas) de casa. Todas las tardes lo voy a esperar a la parada del colectivo (ómnibus) y me encuentro con los chicos que salen del cole.

Pero lo que vi ayer, me impactó, me dejó impresionado.

Si bien estoy acostumbrado a que algunos chicos se persigan, se empujen o amaguen con una peleíta, o que a veces haya algún golpecito, la pelea de ayer fue diferente a todas las que había visto hasta hoy, y eso que con mis 46 (¡cuántos!) he visto peleas de todo tipo, cerca de casa tenía dos grandes potreros (terrenos baldíos), uno era Casa Amarilla y el otro el predio donde ahora se encuentra el barrio Catalinas Sur. Varias canchas de fútbol, «montañitas» de tierra para trepar y tratar de capturar o defender del «enemigo», vegetación abundante para realizar entretenidas expediciones en busca de lo extraño.
Se imaginan que peleas he visto en varias oportunidades, pero la de ayer quiero compartirla con ustedes, quizás sea «normal» o no. Sigue leyendo